Sencillez

En una tibia mañana salí a caminar sin ruta planeada y terminé dando vueltas y alejándome de mi partida, como suele suceder. Tenía mucho tiempo, tanto que podría pensar detalladamente en el recorrido del siguiente día, pues deambular sin afán y sin ninguna clase de tormento ni siquiera el de un vago recuerdo es para mí un deleite. Sin rumbo, caminaba libremente sintiendo algo especial, una tranquilidad que me invitaba a disfrutar del radiante escenario que despertaba ante mi mente, este día sí merecía llamarse nuevo.
Pensé en que había dormido bastante bien, lo cual no ocurría desde varias semanas, y en que por fin retornaba a un hábito sano, pero estas explicaciones no saciaban aquella sensación que regocijaba e inquietaba a mi mente en ese momento. No había entrado como Alicia en una dimensión desconocida, era un estado ya conocido, pero no muy corriente.
En medio de preguntas y respuestas del pensamiento llegué a recorrer una gran distancia, mis ideas caminaban con mis pies y creían dirigirse a un punto infinito, he aquí la particularidad de aquella ocasión. En momentos como estos, donde la atención se encuentra más allá de lo físicamente evidente, suelo inspirarme, imaginar, agradecer y admirar y además de ello, en mi recorrido matutino quise decidir asuntos importantes a los que el estrés había dado largas.
Seguía entonces caminando sin parar, llegando a conclusiones que ya habían estado en mi mente pero que la angustia borra cuando impide que mis pensamientos viajen a sus anchas y encontré la respuesta adecuada a mi inquietud en toda su expresión y lejos de una mera abstracción: sencillez.