Una noche al cerrar la puerta de su habitación, comenzó el arrullo de su soledad y entonó en compañía de lágrimas una canción de cuna para su repentino sinsabor, que no paraba de hablar de temores y preguntas.
Sobre la medianoche se respiraba un aire suave pero penetrante, pincelado con una tenue luz, su cuarto albergaba sombras y su cabeza perseguía claridad esquiva. Era el miedo a caer el que la arrinconaba y se burlaba de su sensatez, jugaba a las escondidas con sus conclusiones, pretendía reír pero sus labios balbuceaban. Su razón estaba hipnotizada y de sus ojos emanaba lo que en su voz se atrancaba. Sin embargo, quería permanecer por ese instante en el hoyo, caminar por la oscuridad y atravesar la pesadumbre, no era la primera vez que lo hacía.
Sobre la medianoche se respiraba un aire suave pero penetrante, pincelado con una tenue luz, su cuarto albergaba sombras y su cabeza perseguía claridad esquiva. Era el miedo a caer el que la arrinconaba y se burlaba de su sensatez, jugaba a las escondidas con sus conclusiones, pretendía reír pero sus labios balbuceaban. Su razón estaba hipnotizada y de sus ojos emanaba lo que en su voz se atrancaba. Sin embargo, quería permanecer por ese instante en el hoyo, caminar por la oscuridad y atravesar la pesadumbre, no era la primera vez que lo hacía.
2 comentarios:
No se si decir que es bueno caer en un abismo, estar a punto de caer o tropezar y estar cerca...
Lo que si sé, es que siempre habrá una persona que nos ayude a levantar, que nos muestre los caminos y nos ayude a escojer los correctos.
Llorar... una maravilla... que descanso!!!
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