jueves, 24 de julio de 2008

Llovizna

En algún momento se descargó, sentía que se desahogaba del peso guardado por varios días en los que aplazaba el llanto para no detener el calor placentero de aquella temporada. Este fue pasajero, los días veraniegos se opacaban por una que otra nube que aparecía desprendida en vista de su imposibilidad de ocultar una carga a punto de precipitarse.
¨Debería ser el tiempo para alivianarme -decía- así podré descansar de esta pesadumbre que me acompaña y ha deteriorado mi valor¨. Se trataba de una enorme nube cuyo peso había crecido y se empezaba a fragmentar cubriendo la atmósfera de gris, sentía que arruinaba los azulados días del lugar donde se hallaba, pero se perjudicaba también a sí misma al llevar una carga insoportable y prolongada que alteraba su ciclo natural de descarga por temor a opacar el acalorado tiempo.
Llegó a pensar en que si seguía creciendo ocasionaría una tormenta y al dejar de agobiarse, se deshizo en un cielo ya gris por su extensión, comprendiendo mientras caía y descansaba por fin, que su descenso era una maravilla al tratarse de una etapa necesaria del ciclo interminable de la vida, en la cual cada escenario es un panorama móvil que jámás padece de estatismo, tal como los seres y elementos que le habitan.

1 comentarios:

[sq] dijo...

Se me dibujo un entorno el ayer... tendremos que hablar por qué...