Una vez un marciano quiso venir a la tierra y descendió precisamente en el patio de mi casa. La inmensa luz de su objeto volador alumbraba todo el espacio y estuvo a punto de enceguecerme de repente. Lo recibí asombrada y estupefacta, era la primera ocasión en que me visitaba un habitante de otro planeta. Para mi maravilla e ilusión, me dijo que otros seres de esta galaxia esperaban verme de nuevo y de pronto me inquieté: ¿De nuevo? Y me respondió: Sí, en tus sueños nos has visitado frecuentemente.
Mi nuevo amigo me prometió entonces que me ayudaría a recordar, y me invitó a subir a su nave. Observé que no tenía que esforzarse mucho para manejar, con sólo oprimir un botón el objeto se situaba en un lugar específico. Comencé a sentirme bastante tranquila y cómoda, estaba más que asustada, extasiada. Por un rato vi pasar ante mis ojos los más hermosos y anhelados panoramas. Al fin me sentí en familia, tenía la impresión de estar muy cerca del paraíso, mi paraíso, un paraíso que me pertenecía tanto como yo a él. Nos bajamos por un momento en un lugar muy bello y allí me susurró una dulce voz, al instante aparecieron brillantes luces que penetraban en mí como si fuera un espejo que las proyectara hacia la inmensidad. Para mi sorpresa y alegría entendí su lenguaje y les respondí. Aquel no era un idioma de palabras, una sensación fue suficiente para saludarlos y expresarles mi felicidad.
Ló, el marciano también ¨habló¨con ellos /ellas e hizo un gesto que entendí como ¨Hasta pronto¨. Efectivamente regresamos a la nave y volvimos a mi casa, antes de despedirnos le agradecí por ayudarme a recordar que los límites no son mi hogar, sino una posada de paso en medio de la eternidad. Desde entonces este pensamiento y el recuerdo de mi gran familia en la que se encuentra mi querido Ló no me abandonan nunca.
Mi nuevo amigo me prometió entonces que me ayudaría a recordar, y me invitó a subir a su nave. Observé que no tenía que esforzarse mucho para manejar, con sólo oprimir un botón el objeto se situaba en un lugar específico. Comencé a sentirme bastante tranquila y cómoda, estaba más que asustada, extasiada. Por un rato vi pasar ante mis ojos los más hermosos y anhelados panoramas. Al fin me sentí en familia, tenía la impresión de estar muy cerca del paraíso, mi paraíso, un paraíso que me pertenecía tanto como yo a él. Nos bajamos por un momento en un lugar muy bello y allí me susurró una dulce voz, al instante aparecieron brillantes luces que penetraban en mí como si fuera un espejo que las proyectara hacia la inmensidad. Para mi sorpresa y alegría entendí su lenguaje y les respondí. Aquel no era un idioma de palabras, una sensación fue suficiente para saludarlos y expresarles mi felicidad.
Ló, el marciano también ¨habló¨con ellos /ellas e hizo un gesto que entendí como ¨Hasta pronto¨. Efectivamente regresamos a la nave y volvimos a mi casa, antes de despedirnos le agradecí por ayudarme a recordar que los límites no son mi hogar, sino una posada de paso en medio de la eternidad. Desde entonces este pensamiento y el recuerdo de mi gran familia en la que se encuentra mi querido Ló no me abandonan nunca.
2 comentarios:
Carrito me gustaria saber que tenias en mente cuando escribiste esta maravillosa ocurrencia, o si estabas pensando en una persona, que es lo que creo yo.
Pero genial!!! Me gusto mucho.
Si ese Ló fuera nuestro ejemplo de un horizonte próximo, de seguro llegarías directo al paraíso, a tu paraíso, a tu verdadera felicidad, que creo estás construyendo desde ya. Por lo pronto, ese Ló, fuera de ser fantasía, permanece en tu vida, en tus sueños e incluso en tus anhelos. Ahora yo no sólo quisiera que ese Ló, sea Ló y nada más, quiero que sea Ló en todo su esplendor y palabra, que desmuestre lo que realmente tiene para dar sin temor a perder o a ganar.
Mi Ló, te adoro.
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