Por las frescas tierras de la llanura Dorada cabalgaba un hombre vagabundo deseoso de hallar la famosa ¨roca de las esmeraldas¨, que a lo lejos se asemejaba a una piedra preciosa y pulcra. En un instante de cansancio bajó de su calmado acompañante y caminó por aquel terreno tratando de encontrar signos para ubicarse, sintió sed y se acercó a un arroyo junto al cual se acostó a descansar, pues todo parecía tranquilo allí, de manera que ató el caballo de un árbol cerca a su momentánea estancia y se tumbó por un buen rato. Cuando despertó estaba cayendo la tarde y para su fortuna, cuando había cabalgado luego una corta distancia, divisó una pequeña casa que fue su posada por aquella noche.
De parte de los habitantes de la modesta vivienda se enteró de que por el lugar había varias piedras similares a la que buscaba y que eran ellas las señales para llegar a un sitio poco recurrido pese a su exuberancia, la fuente de los regalos, que había sido olvidada ya por muchos aventureros.
El jinete decidió seguir el camino hacia el lugar y continuó buscando la primera roca, estaba situada cerca a la casa donde se había quedado. Por un rato se quedó absorto frente a su belleza y cuando recordó que era la señal inicial entre varias, tal vez muchas, retomó la marcha para llegar lo más pronto posible a la fuente. Después de hallar la cuarta piedra se sintió fatigado y faltaba poco para la caída del sol, deseaba afanosamente encontrar el ansiado lugar y ya sus ánimos decaían. Sin embargo, siguió en pie con la idea de llegar antes de la noche a la fuente. Efectivamente la halló un tramo después de descansar. Estando al pie de una enorme y antigua fuente rodeada de ceibas se preguntó qué haría y al acercarse a ella encontró la respuesta.
Allí mismo había una corta inscripción que decía: ¨Da¨. El jinete se quedó pensando en el alcance de esta primera palabra, hasta que descubrió la parte restante: ¨...y recibirás¨, entonces se cuestionó: ¨Si esta es la fuente de los regalos, ¿qué recibiré?¨, pero más inquietante estaba mientras meditaba ¨¿Qué daré?¨. Tras varios minutos de pensamientos encontrados, comenzó a enumerar en su mente la serie de objetos que había llevado consigo y recordó que traía una réplica de las rocas preciosas que había encontrado pero...¡Cuánto la apreciaba! Entonces pensó en que recibiría un regalo sinigual y la lanzó al interior de la fuente. Inmediatamente todo siguió igual, pero antes de que la duda y la frustración le embargaran aparecieron ante sus ojos una piedra más bella que la que había obsequiado a la fuente y una moneda de un brillo indescriptible.
De repente las buenas ideas comenzaron a emerger en su mente e imaginó cómo tendría de ahora en adelante riquezas gracias a la multiplicación de lo que la fuente le había regalado. Era este el principal mensaje y el mayor regalo que la fuente otorgaba a los aventureros que la visitaban y se desapegaban allí más que de objetos valiosos, del temor a la pérdida.
De parte de los habitantes de la modesta vivienda se enteró de que por el lugar había varias piedras similares a la que buscaba y que eran ellas las señales para llegar a un sitio poco recurrido pese a su exuberancia, la fuente de los regalos, que había sido olvidada ya por muchos aventureros.
El jinete decidió seguir el camino hacia el lugar y continuó buscando la primera roca, estaba situada cerca a la casa donde se había quedado. Por un rato se quedó absorto frente a su belleza y cuando recordó que era la señal inicial entre varias, tal vez muchas, retomó la marcha para llegar lo más pronto posible a la fuente. Después de hallar la cuarta piedra se sintió fatigado y faltaba poco para la caída del sol, deseaba afanosamente encontrar el ansiado lugar y ya sus ánimos decaían. Sin embargo, siguió en pie con la idea de llegar antes de la noche a la fuente. Efectivamente la halló un tramo después de descansar. Estando al pie de una enorme y antigua fuente rodeada de ceibas se preguntó qué haría y al acercarse a ella encontró la respuesta.
Allí mismo había una corta inscripción que decía: ¨Da¨. El jinete se quedó pensando en el alcance de esta primera palabra, hasta que descubrió la parte restante: ¨...y recibirás¨, entonces se cuestionó: ¨Si esta es la fuente de los regalos, ¿qué recibiré?¨, pero más inquietante estaba mientras meditaba ¨¿Qué daré?¨. Tras varios minutos de pensamientos encontrados, comenzó a enumerar en su mente la serie de objetos que había llevado consigo y recordó que traía una réplica de las rocas preciosas que había encontrado pero...¡Cuánto la apreciaba! Entonces pensó en que recibiría un regalo sinigual y la lanzó al interior de la fuente. Inmediatamente todo siguió igual, pero antes de que la duda y la frustración le embargaran aparecieron ante sus ojos una piedra más bella que la que había obsequiado a la fuente y una moneda de un brillo indescriptible.
De repente las buenas ideas comenzaron a emerger en su mente e imaginó cómo tendría de ahora en adelante riquezas gracias a la multiplicación de lo que la fuente le había regalado. Era este el principal mensaje y el mayor regalo que la fuente otorgaba a los aventureros que la visitaban y se desapegaban allí más que de objetos valiosos, del temor a la pérdida.
2 comentarios:
Cuando estaba leyendo pensé en el ideal humano, ya luego me dije bueno, si se está en busca de ese ideal, habrá que desapegarse de algo o de varias cosas que son importantes pero insignificantes para alcanzar dicho ideal.
Ahora... cómo entender que hay que desapegarse de las cosas para que lleguen mejores?...
Tratemos de hacerl entender a las personas que queremos, que te parece?
Por el mismo miedo que sentimos al pensar que si al hacer algo o dar algo no va a ser correspondido, perdemos la oportunidad de comenzar nuevas experiencias y de sentir cosas jamas antes imaginadas.
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